Un Techo Para Chile (UTPCh) acaba de lanzar una nueva campaña publicitaria. En ésta aparece un perro, peinado y lustroso, junto a un suculento plato de comida y la siguiente frase: “Miles de familias no tienen la suerte que tiene tu mascota”. Contraponiendo un perro a “miles de familias”, el mensaje parece claro: mucha gente le brinda más cuidados a un perro, a un animal (nohumano), que a un humano, y eso sería intolerable o al menos moralmente cuestionable.

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El mensaje es interesante, y perturbador. UTPCh viene hace tiempo en una cruzada, llamémosla, humanista, o sea reclamando la superioridad ontológica de los humanos por sobre los nohumanos. Primero fue una entrevista a Felipe Berrios en la que el sacerdote convertía la causa ecológica en un divertimento de las elites, y señalaba -indirectamente- que habían otras reivindicaciones más humanas y amplias -como la de la pobreza- que debían priorizarse. Luego fue una columna, en plena efervescencia ciudadana por HidroAysen, de Juan Pedro Pinochet, director ejecutivo de UTPCh. En ésta decía que no desvalorizaba la movilizaciones, pero que sí juzgaba a esas masas por “no saber priorizar [por sobre los ríos Baker y Pascua] a esas miles de familias chilenas que están viviendo vergonzosamente en extrema pobreza”.

En fin. Me parece que UTPCh debiese ser más cauto. Y menos conservador. O sea debería revisar el modo en que está entendiendo el mundo en común. O mejor, revisar lo que está entiendo por ‘mundo’ y por ‘común’.  Esto implica, por de pronto, preguntarse hasta qué punto el ‘humanismo’ que defiende es política y pragmáticamente sostenible. Varias ideas -todas ya bien conocidas- pero que son interesantes de recordar:

1. El mundo -han insistido por décadas los ambientalistas, y con bastante lucidez y sustento empírico- es un ecosistema complejo y de múltiples interconexiones, y no un armario donde en un cajón están los humanos, en el otro los animales y el otro los árboles. Todos dependemos de todos. No es causalmente cierto, por tanto, que el bienestar material de los humanos sea más importante que la protección, digamos, de los ríos. O como lo puso brutalmente Douglas Tompkins en una carta abierta a la entrevista de Berríos ya mencionada, “no habrá justicia social en un planeta muerto, es tan simple como eso”.

2. Además, hay un creciente consenso en las ciencias sociales sobre el rol de los nohumanos formateando, determinando y/o afectando el mundo -y por sí mismos y no como meros instrumentos de la especie humana. Este es uno de los argumentos posthumanistas: “Humans and nonhumans, it proclaims, codetermine one another; what is more, humans do not master, conceptually or causally, either the entry of nonhumans into or their impact upon the human world” dice Schatzki (2001: 19). Un ejemplo clásico: el ‘medioambiente’ no se puede entender sin los laboratorios que lo estudian; no es que exista por un lado la naturaleza y por el otro los microscopios y las probetas, es que los segundos ayudan a que el primero se haga.

3. Es más. La condición humana no es innata, sino que se hace en prácticas, esto es, en eventos contextuales y situados donde participan muchas entidades –y no sólo otros humanos. En palabras de Schatzki (2001: 20) nos convertimos en personas, “that is to say, humans with activities, minds, identities, and genders through this incorporation [de los humanos en prácticas]”. Por ejemplo: para que una familia se haga se requiere mucho más que lazos de parentesco. Se requiere, por ejemplo, la práctica de cocinar/comer juntos, con la participación de todo tipo de máquinas, utensilios y espacios, o la práctica cada vez más extendida -aunque no le guste a UTPCh- de cuidar a una mascota, con todo el repertorio de objetos y gadgets que aquello involucra.

4. Y por último, ¿quién nos dio la potestad para hablar y actuar en nombre los perros, gatos, araucarias o ríos que, tan sueltamente, ubicamos por debajo de la autoridad/condición humana? Esta es una pregunta que se hacen los militantes animalistas desde un punto de vista cognitivo-evolutivo, pero también varios filósofos desde una perspectiva ética y política (notablemente Donna Haraway e Isabelle Stengers). Y ojo. Cuidado con creer que conocemos a esos nohumanos, y que por tanto podemos commoditizarlos y gestionarlos a discreción: sin aviso nos  llega un terremoto/tsunami que arrasa con ciudades completas y plantas nucleares, o un virus que se incuba en las fábricas de producción cárnica y nos muestra lo poco cognoscibles que son.

Creo que UTPCh, en lugar de mirar por sobre el hombro toda preocupación que no sea la pobreza -entrando en una poco feliz ‘batalla de causas’ (qué causa es más relevante, urgente, ‘humana’, ¡obvio que la mía!)- debería hacer un upgrade a su sistema operativo y revisar, ampliamente, qué está entendiendo por ‘persona’, ‘pobreza’, ‘medioambiente’. A mí al menos, al ver la línea ‘humanista’ que ha tomado UTPCh, me surgen varias preguntas:

  • Cuando UTPCh contrasta a perros con pobres, ¿lo hace porque supone que un perro vale menos que una persona o, por el contrario, porque son equivalentes (‘peras con peras’)? Si el reclamo de UTPCh es que un perro bien cuidado y querido vive mejor que un humano pobre, ¿entonces un individuo pobre vendría a ser un perro callejero? ¿Y qué tipo de perro sería un indigente o un vagabundo?
  • ¿Podría entonces UTPCh tener (y publicar) una metrología o tabla de equivalencias, una que diga, por ejemplo, cuántos pobres equivalen a un río (según región)? ¿Se podría tener una lista de trade-offs cuantificados, tipo ‘para solucionar la pobreza se pueden talar X araucarias’, o ‘acabar con los pobres bien vale X termoeléctricas’? ¿Son animales, plantas, objetos y humanos valores que pueden tener una unidad de medida común?
  • Ahora que al fin se habla de distintos tipos de familias, ¿puede ser una mascota un miembro familiar, o tiene negado ese privilegio según UTPCh por no ser de la especie humana? ¿Puede una persona entregarle su cariño y cuidado a un animal, toda vez que la parentalidad se atrasa y la cantidad de hijos se reduce?
  • Si la respuesta a la pregunta anterior es afirmativa, ¿entonces no sería equivalente a poner como referencia una mascota colocar a un bebé humano -perfumado, arropado, feliz- para denunciar lo mal que viven los pobres del país? O para estar a tono con los tiempos, ¿porqué no poner como referencia el 1/4, el 1/3 o incluso  el 1/2 millón de pesos que paga mensualmente –básicamente por estatus- una familia de clase alta en el colegio de su hija/o?
  • ¿Y qué es una familia? ¿Cómo la define UTPCh? ¿Y qué es una ‘persona’ para UTPCh, cómo se constituye? ¿Puede un perro ayudarle a una persona a ser mejor, o derechamente a ser persona?
  • ¿Y qué es ‘pobreza’ para UTPCh? ¿Es la pobreza el déficit de ‘algo’ –dinero, educación, trabajo- o un compuesto complejo hecho de muchas variables? Y entre estas cosas que hacen a la pobreza, ¿hay elementos nohumanos? ¿Hay elementos como el medioambiente? ¿Se deja de ser pobre, por ejemplo, si se tiene una vivienda pero ningún tipo de acceso a un entorno limpio y natural? ¿O si se tiene un vertedero en las inmediaciones? ¿O si se habita en una zona de alta contaminación atmosférica? ¿Ayuda a mitigar la pobreza, digamos, vivir en un barrio forestado y con áreas verdes? O sea, ¿habrá que incluir al material particulado, a los árboles o a la cantidad y calidad del transporte público en la medición de la pobreza?

La polémica ya es pública. A ver cómo responde UTPCh. Pero parece evidente que si no se actualiza corre el riesgo de quedar desconectada de cómo, hoy en Chile, se hace y piensa el ‘mundo en común’.